Todos mis amigos saben que soy una amante incondicional de los felinos hasta tal punto que si me tuviera que reencarnar en un animal sería sin duda alguna, un leopardo, una pantera, un león, un tigre o un gato.
Realmente me encantan los animales. He tenido tortugas, pollitos de colores, esos que todos teníamos de pequeños y que morían a la semana, no sé si era por el tinte que les ponían, que seguramente era tóxico, o porque los apretábamos tanto que al final los asfixiábamos, o como hacía mi hermano que los metía en el water y tiraba de la cadena. También tuve varios hamsters, el pobrecito hamster que no paraba de dar vueltas en una ruedecita metálica pensando que podía escapar de la jaula, y que por último se escapaba y nos daba pánico porque era un roedor cualquiera dentro de la casa.
Lo de los perros ha sido una historía más larga. En casa hemos tenido varios y hemos llorado durante mucho tiempo la pérdida de cada uno de ellos, bien porque los robaban, o los pillaba un coche, o los envenenaban, como el caso del dálmata, o la lesmaniosis en el caso de Boss, el rottweiller.
Pero el verdadero "amor" llegó cuando nació mi gata carey. Se llama Brandy y nació en mi casa por pura casualidad. Su madre era una gata callejera blanca y gris que me adoptó como alimentadora y cuidadora de sus crías. Era amable conmigo y nunca me agredió, pero ella tenía claro que yo no era su dueña, sino que estaba ahí para cuidarle a sus gatitos y alimentarlos cuando ella estaba de cacería o de fiesta gatuna. Pero Brandy si me adoptó como su dueña.
Yo no estaba acostumbrada a tener gatos, ya que era el primer contacto que tenía con ellos. Siempre había oído que los gatos no quieren a su dueño tanto como los perros y que no obedecen, e incluso que no tienen dueño. Pero ella no es así; no tiene nada que ver con el resto de los gatos que luego he ido tratando. Se comporta como un perro: conoce el ruido de mi coche, acude a mi silbido cuando esta en la calle (sale de cacería a diario, porque asi se lo enseño su madre), te mira como si entendiera o le interesara lo que le dices y lo más curioso: pasea por la calle a mi lado como haría un perro... Sin correa!!. Siempre te enseña algo nuevo de su maravillosa personalidad. Su nueva afición es ver la tele, sobre todo documentales o pelis donde aparezcan animales....es una paaaasada!
Brandy
Bueno, no voy a seguir habando de mi gata porque no quiero resultar pesada, así que os voy a hablar de su raza. Es la raza carey o gatas tricolor. Ese manto tricolor (blanco, negro y marrón rojizo) es característico de las hembras, y tiene que ver con la genética. Se debe a un gen que sólo aparece en el cromosoma X, y es el gen O, este gen se tiene que dar por duplicado para poseer el manto tricolor. Por tanto al ser los machos XY no se puede dar esa duplicidad de cromosomas. Sólo hay una excepción en aquellos machos que sufren el sídrome de Klinefelter, caracterizado porque poseen tres cromosomas en vez de dos, es decir XXY, pero tendrían que portar el gen O en los dos cromosomas X para ser tricolor y siempre son machos estériles.
Las gatas carey son, sin duda, una de las manifestaciones felinas más extraordinarias que nos podemos encontrar. Aunque
no se trata de una raza propiamente dicha, sino de un patrón de color
que puede ser encontrado en varias razas de gatos, se trata de un animal
que nunca deja indiferente a quien tiene la oportunidad de verlas de
cerca.
Se dice que las gatas carey son símbolos de buena suerte. Según
la cultura celta tener una gata tricolor en casa trae fortuna al hogar,
y los marineros japoneses tenían como premisa obligatoria el llevar
gatas carey en sus barcos como protección contra los malos espíritus y
las tormentas. En Estados Unidos son conocidas como las
gatas del dinero. Si a ello sumamos la singularidad de su color, que es única e irrepetible, nos encontramos con
una de las manifestaciones felinas más deseables que podemos encontrar.
Estos animales tan
diferentes y enigmáticos, con propiedades casi mágicas, no podían
prescindir de una hermosa leyenda que explique su presencia entre
nosotros:
Cuenta
esta leyenda, que hace ya varios siglos, el sol, cansado de observar
anónimo el trascurrir de la vida en la tierra quiso participar de ella.
Para ello pidió ayuda a la luna, quien debía cubrir su ausencia con el
fin de que los humanos no se percatasen de que el astro rey no estaba en
su lugar. Así fue como un
caluroso día de junio la luna cubrió lentamente al sol y fue poco a poco
instaurando la oscuridad en la tierra, lo que le dio oportunidad al sol de
ausentarse y hacer realidad su sueño de ser corpóreo. Para cumplir su
deseo y pasar desapercibido entre los mortales, el sol eligió al ser más
perfecto, ágil y discreto de la tierra, una gata negra.
La luna, cansada de cubrir las espaldas al sol, se retiró del cielo, lo
que obligó al sol a salir corriendo del cuerpo de la gata para evitar
ser descubierto. Fue tan rápida su huida, que dejó tras de sí algunos
rayos solares, que cubrieron el manto de la gata negra de cientos de
toques dorados. A partir de ese mágico momento toda la descendencia que
nació de aquella gata llevaba en su manto los rayos solares que el sol
olvidó en su madre, otorgando a su cuerpo miles de tonalidades
anaranjadas y doradas propias de los rayos del sol.
Una hermosa leyenda, digna de estos animales mágicos, pero que no se corresponde con la realidad, ya que estas hijas del sol son huérfanas del cariño humano. Las protectoras de animales tienen dificultad para encontrar hogares para esta raza. El porqué no lo entiendo, ya que las gatas carey además de tener un carácter maravilloso, tienen un atractivo físico inimitable y único. Y debemos saber que si una de ellas nos elige, la fortuna y felicidad entrarán en nuestra casa.
Y como solemos decir: no sabemos si es verdad, pero por si acaso.........